Para los supervivientes de casos graves de COVID-19 lo malo sólo acaba de empezar
Para los pacientes cuyos
pulmones inundados necesitan la asistencia de un ventilador hay malas noticias.
Yahoo Noticias
Londres, Inglaterra (Domingo 19 Abril 2020).- Hace
unos días les comentaba el problema al que se enfrentaban los intensivistas en
las UCIs de medio planeta, no sólo no hay ventiladores suficientes para intubar
a los pacientes que muestran neumonías graves a causa del Covid-19, es
que también escasean los fármacos necesarios
para mantenerlos sedados durante el trance.
Me
temo que para los pacientes cuyos pulmones inundados necesitan la asistencia de
un ventilador estas no son las únicas malas noticias. Veremos más, mucho más, y
es que los peligros no cesan incluso
para aquellos que tienen la fortuna de conservar la vida gracias
a uno de estos respiradores automáticos. Es probable que muchos de ellos se las
tengan que ver en un futuro cercano con efectos adversos persistentes, provocados
tanto por el virus como por los tratamientos de emergencia que les permitieron
sobrevivir.
En
el mundo que existía antes de esta pandemia, cuando un paciente ingresado en
una UCI requería un ventilador, contaba con la asistencia de enfermeras y
fisioterapeutas. Estos profesionales ejecutaban prácticas hospitalarias
encaminadas a reducir
el periodo de intubación y a mantener a los pacientes lo más lúcidos
y móviles que resultara posible mientras durase su
enfermedad, ya que esto mejoraba sus probabilidades de recuperación total a
largo plazo.
Desafortunadamente
el Covid-19 ha
cambiado todo eso. La constante tensión que afecta a los
intensivistas desde la irrupción de la pandemia, así como la naturaleza
sumamente infecciosa del virus hace que en la práctica, no se puedan realizar
controles de atenuación de sedantes o la inducción de movimientos musculares
paliativos sin poner en riesgo a los trabajadores sanitarios.
La
consecuencia de todo esto es que, quienes pasen periodos prolongados en
la UCI, especialmente si son personas de edad avanzada, tienen un mayor riesgo de padecer enfermedad
grave y/o discapacidad a largo plazo. Y es que el Covid-19 no
sólo afecta a los alveolos pulmonares, la ausencia de oxígeno que provoca puede
dañar también a otros órganos esenciales como los riñones, el hígado, el
corazón e incluso el
cerebro. Aún es pronto para dilucidar a qué discapacidades
duraderas se tendrán que enfrentar quienes sobreviven al virus, pero es
probable que el período prolongado de inflamación y las enfermedades crónicas
asociadas a las neumonías, den como resultado un aumento en el riesgo de ataques cardíacos, ictus y
enfermedades renales.
Esto
es algo que no debería sorprendernos, antes de la pandemia se sabía ya que un
paciente hospitalizado por una neumonía común, multiplicaba aproximadamente por
cuatro su riesgo de padecer enfermedad
cardíaca (en comparación a las personas sanas de su misma
edad) durante el año
posterior a su recuperación. Por tanto, es de esperar que
el COVID-19 provoque en el futuro un gran aumento en este tipo de secuelas.
Pero
hay más, mientras que un paciente aquejado de síndrome de dificultad respiratoria
aguda (SDRA) provocado por otra enfermedad, se enfrenta de media a un período
de intubación de entre 7 y 10 días, existen pacientes de Covid-19 que
requieren 2 o más
semanas de ventilación asistida. Por desgracia ese período
resulta agotador para la salud de muchos de ellos, que simplemente nunca se
recuperan.
Si
bien las tasas de recuperación varían de país en país, un reciente informe
realizado por el Centro Nacional de Auditoría e Investigación de Cuidados
Intensivos de Londres, descubrió que el 67% de los pacientes de Covid-19 del Reino Unido que
requirieron soporte respiratorio avanzado acabaron falleciendo.
Un estudio a menor escala realizado en China llegó a conclusiones parecidas:
sólo el 14% de los pacientes intubados sobrevivió después de usar el
ventilador.
Aquellos
que sobreviven, son propensos a experimentar atrofia muscular y debilidad. Como
comentado anteriormente, estas secuelas pueden reducirse acortando el período
de intubación y manteniendo en movimiento al enfermo, pero dado lo contagioso
que resulta el SARS-CoV-2, resulta todo un desafío que los especialistas de
rehabilitación lleguen a las habitaciones de los pacientes. Para comenzar a
solucionar este problema, antes habría que resolver el de la escasez de EPIs.
Y es que de nada sirve contar con un ejército de voluntariosos fisioterapeutas
si no se les envía a trabajar debidamente protegidos.
¿Estoy
dibujando un cuadro de pesadilla? Puede ser, pero aún no hemos acabado.
Hablemos ahora del delirio,
definido como un estado mental durante el cual el pensamiento es confuso.
Lamentablemente el delirio puede terminar desencadenando deficiencias cognitivas a largo plazo (hablamos
de pérdida de memoria por ejemplo). ¿Es el coronavirus el causante de este
delirio? Bien, sólo parcialmente. En efecto el SARS-CoV-2 puede infiltrarse directamente en el cerebro y
dañarlo. Además, la inflamación que el virus provoca en todo el
cuerpo limita también el flujo de sangre que llega al cerebro, lo cual puede
provocar la muerte de las neuronas.
Y
sí, la cosa puede empeorar. Si les he dicho que el virus es en parte responsable
del delirio que los intensivistas están observando, es porque existe otra parte que debemos achacar a los
fármacos empleados para suprimir la tos violenta y ayudar
a los pacientes a tolerar la angustia y la incomodidad de un tubo de
respiración. Los fármacos empleados habitualmente, los cuales cada vez son más
escasos, tenían un efecto moderado sobre la psique, pero a medida que estos
sedantes son difíciles de encontrar se
recurre a las benzodiacepinas, medicamentos que pueden causar
delirio intenso y prolongado.
¿Existe
una forma de reducir la necesidad de sedantes para pacientes intubados? Sí,
enfermeras dedicadas que interaccionen con el paciente y les ayuden a mantener la calma.
Pero ¿se calmarían ustedes ante la visión de una persona a la que no conocen,
equipada con máscaras faciales, EPIS y guantes, que les habla con una voz
distorsionada por los filtros? No parece muy buena idea que alguien así intente
tranquilizarte acariciando tu brazo en una UCI.
Por
todo ello, el personal médico (y los psicólogos) van a tener mucho trabajo
cuando remita la pandemia y es indudable que veremos un
aumento en los problemas de salud mental, incluidos la ansiedad y la
depresión.
Vale,
todo el relato hasta aquí puede sonar apocalíptico pero yo soy optimista por
naturaleza, así que quedémonos con una cosa positiva. El Covid-19 no está dando
una lección
monumental sobre los puntos débiles de nuestra red de asistencia sanitaria.
Estoy convencido de que el estado de emergencia global va a terminar alumbrando
un sistema de apoyo a supervivientes mucho más fuerte, del cual en el futuro se
beneficiará cualquier persona que supere una enfermedad crítica.
Hasta
que llegue ese momento y como ha pasado siempre lo mejor es prevenir. Quédate
en casa y sigue las reglas elementales de higiene. Cuanto más lejos quede el
ventilador mejor para todos.
Hora de publicación: 15:35 hrs